Palenque es una joya arqueológica y arquitectónica de la cultura maya. El sitio, es uno de los vestigios prehispánicos más impresionantes de esta civilización, por su grado de conservación, por su acervo escultórico y por su tamaño, que determina el auge que, en su apogeo, tuvo.
Salimos desde San Cristóbal de las Casas, de la Terminal OCC, a través de un ondulado camino que duró varias horas, en las que, al final, se derrumbaron las nubes sobre nuestro autobús, y pesadas gotas de lluvia escurrían por la ventana para complementar el melancólico paisaje del atardecer.
De noche ya, llegamos a la ciudad de Palenque. Decidimos hospedarnos cerca de la terminal, pues por la hora y el cansancio, no nos fue posible explorar las otras dos áreas populares entre los turistas: el periférico de la ciudad y la carretera hacia la zona arqueológica.
De inmediato, nos hospedamos en un hotel bastante céntrico, y ahí mismo nos ofrecieron un recorrido guiado a la zona arqueológica al siguiente día. El precio era muy bueno, considerando la transportación hasta el Parque Nacional donde se encuentra la Zona Arqueológica y el Museo de Sitio, ida y vuelta (que, de absorberla por cuenta propia, es necesario rentar un vehículo, o solicitar un servicio especial de taxi para llevar, esperar y traer), así como recorridos a otros puntos de interés cerca de la región.
A la mañana siguiente, nos sentamos en una de las bancas de madera que estaban en la puerta del hotel, contemplando el movimiento matutino de los habitantes, mientras esperábamos la camioneta que habría de venir a buscarnos. Cuando lo hizo, abordamos y nos detuvimos algunas veces en otros hoteles, para ir a buscar a las demás personas que nos acompañarían en el recorrido.
Finalmente, emprendimos el camino hacia las puertas del Parque Nacional, que se refiere únicamente a la extensión de un área natural protegida, por su espesa vegetación y fauna endémica. Al interior, se encuentra propiamente la Zona Arqueológica, pero hay que pagar ambas entradas de manera independiente.
La lluvia de la noche anterior, cubrió de un fresco rocío el césped que crece alrededor de los monumentos, y que se asoma entre las juntas de piedra que los conforman. El sol apenas comenzaba a brillar, y los visitantes aún no abarrotaban el lugar.
Originalmente, su nombre chol era Otolum, o «tierra de las casas fuertes». Cuando se dio la primera visita europea a esta región (que ya llevaba 200 años abandonada) por parte del fray Pedro Lorenzo de la Nada, se tradujo la descripción como «Palenque», proveniente del catalán palenc, que significa «fortificación».
Como en el resto de los sitios arqueológicos, la antigua ciudad de Palenque se agrupa en conjuntos arquitectónicos, de acuerdo a la función de sus edificios o utilidad de sus monumentos. Así, pues, al comenzar el recorrido, nos topamos con el grupo del Templo de las Inscripciones. Este último es el monumento funerario más importante, tal vez del continente, ya que se trata del edificio más alto y el de mayor estatus de todo el complejo. Construido en 8 niveles, presenta una escalinata en su fachada, que se empina hasta los 25 metros, hasta llegar a un vestíbulo por el que se accede a una serie de pequeños cuartos y a una escalinata interior, que lleva a la tumba del príncipe Pakal, gran Señor de Palenque.
Diagonalmente opuesto a este edificio piramidal, se encuentra El Palacio, una compleja estructura divida en cuatro patios principales, que fue construida y remodelada constantemente a lo largo de 400 años, sobre una plataforma artificial. Probablemente se trataba de la residencia de los gobernantes de Palenque.
Su torre, aún presenta remanentes de los relieves de estuco en sus paredes, pero no está permitido subir. Los arqueólogos piensan que su edificación tuvo el propósito de servir como observatorio para la nobleza Maya, a fin de poder observar cómo la luz del sol entraba directamente en el Templo de las Inscripciones durante el solsticio de invierno.
El patio noreste, el Patio de los Cautivos, contiene una colección de esculturas en bajorrelieve que representan a los gobernantes de pueblos vecinos que fueron conquistados, y traídos de todas partes para plasmarlos aquí.
Más adelante, se encuentra el Grupo de las Cruces, un conjunto de edificios piramidales que rodean una plaza situada al sur del Templo de las Inscripciones. Toma su nombre de las «cruces» que se forman en el muro calado o crestería que se levanta sobre las tres edificaciones: el Templo del Sol, el Templo de la Cruz y el Templo de la Cruz Foliada. Estos templos fueron construidos tras la muerte de Pakal, el grande, para conmemorar el ascenso al trono de su hijo, el señor Chan Bahlum II.
Siguiendo el camino a través del cauce del Arroyo Otulum, que forma el acueducto que proporcionaba agua fresca procedente de la sierra a la ciudad, llegamos a unas cascadas que forman unas albercas naturales, conocidas como Baño de la Reina.
Continuando por el mismo camino, se llega a un conjunto residencial donde habitaba la nobleza, denominado Grupo de los Murciélagos. Cruzando un puente colgante, se llega a los Grupos 1 y 2, conformado por ruinas que aún se mantienen ligeramente ocultas entre la selva espesa.
A una corta distancia de ahí, se encuentra el Museo de Sitio, administrado por el Institnuto Nacional de Arqueología de Historia (INAH), que exhibe las piezas descubiertas en la Zona Arqueológica de Palenque. Su nombre «Alberto Ruz Lhullier» se debe al arqueólogo francés y nacionalizado mexicano, quien descubrió la tumba de Pakal el Grande dentro del Templo de las Inscripciones. Sus restos yacen bajo la sombra unos árboles frente a la necrópolis que él mismo ayudó a revelar.
Dentro de las piezas de más valor, se encuentran la estela de K’inich Janaab’ Pakal (Pakal el Grande), así como otras escenas de su reinado, bajorrelieves que muestran los glifos que representaban el tipo de escritura maya, entre otras.
Hay, además, una réplica de la cámara funeraria y sarcófago de Pakal, con la finalidad de preservar el monumento original, ubicado al interior del Templo de las Inscripciones que, por cuestiones de humedad, fue cerrado definitivamente al público. La tumba fue recreada también en el Museo Nacional de Antropología de la Ciudad de México.
Se exhiben, también, utensilios que dan cuenta de la vida cotidiana, las tradiciones, la vida religiosa, social y política, así como valiosas piezas de joyería. Entre estas, se encuentra la máscara mortuoria de Tz’akbu Ajaw, esposa de Pakal, a quien se le conoce también como la «Reina Roja». La máscara está conformada de 119 fragmentos de malaquita, 2 placas de obsidiana que simulan las pupilas y cuatro placas de jadeíta que simulan los iris. Al ajuar lo complementan unas diademas, dos orejeras y dos cuentas tubulares de jade.
Vale la pena recorrer y apreciar las piezas exhibidas en el museo, con información en maya, español e inglés. Palenque representa el auge y gran señorío que alcanzó la cultura maya en esta región. Debido a esto, la UNESCO inscribió a la Ciudad Prehispánica y Parque Nacional de Palenque, a su lista de Patrimonio de la Humanidad, en 1987.
Lugar increible!!
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Muchas gracias por dedicar tiempo a leer. Saludos.
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