Las pirámides de Egipto

En la escuela, mi clases favoritas eran historia y geografía. Había algo enigmático entre la distancia abismal entre el «aquí y ahora» y todo lo que leía que había pasado hace tanto tiempo atrás, en un lugar tan lejano.

El primer amor de mi vida, fue Egipto. Me enamoré cuando supe que en una meseta se erguían tres estructuras imponentes, de gran riqueza arquitectónica, histórica y cultural. Mi atracción se hizo mayor cuando, además, me enteré de que sus dimensiones coinciden «mágicamente» con las distancias y posiciones de los astros. Que la medida de la base a la punta de la gran pirámide de Keops, coincide proporcionalmente con la distancia de la Tierra al Sol. Que la posición de las tres pirámides, Keops, Kefrén y Micerinos, coincide con la alineación de las tres estrellas centrales del cinturón de Orión. Que en pleno siglo XXI, no se sabe a ciencia cierta cómo, hace miles de años, sin la tecnología con la que contamos ahora, estas edificaciones fueron construídas y cómo aún se mantienen en pie.

A través de la tradición oral, es como sabemos cómo lucían las pirámides cuando brillaban como las gemas del tesoro de la gran civilización egipcia. Estaban recubiertas con placas de granito que, pulidas, actuaban como espejo reluciente que reflejaba los destellos del sol desde distancias remotas. Con el tiempo, con la decadencia del imperio, con las condiciones geográficas, la arena las fue cubriendo lentamente, hasta quedar sepultadas y volverse enormes dunas que se incorporaron al paisaje natural.

Hoy en día, permanecen ahí, como mudos testigos de lo que ha ocurrido desde que fueron construídas, hasta lo que ocurre ahora, mientras llegan miles y miles de personas, procedentes de todas partes del planeta, a admirar las que son y siempre serán Maravilla del Mundo.

Una de estas visitantes, era yo. A mis 21 años (con los que contaba entonces), ya había ocupado varios en soñar con el momento en que me llenaría los pies de esa misma arena que, aunque volátil, permanece ahí después de tantos siglos. Imaginé que, tal vez, habiendo pasado por todas las etapas que el ser humano, por exigencia de la sociedad, tiene que atravesar antes de, de hecho, vivir, podría finalmente hacer mi sueño realidad. Pero cuando alguien llega la conclusión de que existir y vivir no son la misma cosa, caí en la cuenta de que uno no debe dejar pasar el tiempo, esperando por el «mejor momento» para hacer algo, porque nunca llegará.

Entonces, empaqué mis cosas y un junio de 2007 me dirigí sola hacia una nación que, aunque nunca había estado ahí, no me resultaba desconocida, había leído tanto sobre ella. Comenzamos a subir la pendiente que nos dirigiría a la gran meseta de Giza. Conforme tomábamos altura, la vista de la magnífica y enorme ciudad de El Cairo se hacía presente, así como las etéreas palmeras de dátiles que otorgaban un toque de verdor al paisaje. ¡Las vi! Me catapulté desde el interior de la camioneta y corrí hacia la base de la pirámide de Keops. «La gran Pirámide», cuántas veces te soñé.

Giza
Gran Pirámide de Keops

La primera hilada de piedras de la que se desplanta la base, está conformada por enormes monolitos en los que la escala humana se hace nada. Es posible escalar hasta cierta altura, donde se encuentra la entrada hacia el interior. Dados mis antecedentes de claustrofobia, me privé de la oportunidad de entrar. Acaricié cada piedra, no me quería ir.

Continué mi camino hasta llegar a la pirámide de Kefrén. Es la única que, en la parte más alta, aún conserva el recubrimiento original de granito, aunque el desgaste provocado por la erosión de la arena que actúa como una lija, la haya privado ya del esplendor con el que contaba en un principio.

Giza
Pirámides de Egipto

Exactamente al frente, se encuentra la gran esfinge, que representa al mismo faraón Kefrén, con cuerpo de león. Mide poco más de 30 metros de alto y se posiciona como el guardián del complejo funerario de Giza.

Giza
Pirámide de Kefrén, custodiada por la Gran Esfinge
Giza
La Gran Esfinge

La más pequeña del conjunto es la pirámide de Micerino, que cuenta con su recubrimiento original de granito rosado, únicamente en ciertas áreas de la base. A su alrededor, se encuentran otras, de menor tamaño, probablemente destinadas a sus esposas o miembros de la familia real.

Al terminar, me ubiqué en un punto alto de la meseta desde donde pude apreciar esta vista, la más espectacular de mi vida… Al menos, hasta entonces.

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