Junto al río Vístula, en el corazón de la ciudad vieja de Cracovia, se levanta el gran Castillo de Wawel, de estilo gótico, que se edificó con la finalidad de convertirse en la Residencia de los Reyes de Polonia sobre una colina que lleva el mismo nombre. También en la colina se construyeron otras estructuras que servían como cuarteles para los numerosos clérigos, empleados reales y artesanos.

El Castillo de Wawel y la Colina Wawel constituyen el lugar histórico y cultural más importante de Polonia y, desde el comienzo, fue el centro tanto del poder laico como eclesiástico. El complejo actual comprende fragmentos de edificios románicos e importantes elementos góticos, así como el castillo renacentista con elementos decorativos en piedra.

Con el traslado de la capital a Varsovia, el castillo quedó en el abandono, siendo saqueado por el ejército prusiano y ocupado por los austriacos, que lo convirtieron en un importante punto de defensa. Se construyeron murallas y el interior del castillo fue modificado para su nueva función. Con la llegada de la Segunda Guerra Mundial, el palacio se convirtió en la residencia del gobernador general de la Polonia Ocupada.

Se accede a través de una rampa que rodea la colina, sobre la que se levanta un gran arco de entrada, enmarcado por los escudos reales de las diversas dinastías que habitaron en su interior.

A continuación, sorprenden las heterogéneas cúpulas y torres que conforman el conjunto armónico de la Catedral Basílica de San Wenceslao y San Estanislao, el santuario espiritual más importante de toda Polonia.

El asombro se acrecenta al interior, bajo sus tres naves góticas monumentales en las que se arremolinan los fieles y visitantes, éstos últimos agrupados bajo pequeños bastones con las banderas de sus países de origen, que conforman un auténtico Babel. Los viajantes en solitario, como yo, no estamos atados a cumplir con una ruta ni un horario previamente establecido, y podemos elegir con libertad pasar de largo o detenernos más tiempo en algún rincón que demande nuestro interés. Sin embargo, el tumulto arrastra como la marea y me veo finalmente obligada a acercarme bastante a un grupo con una bandera tricolor que reconocí de inmediato, la mía y de otros compatriotas que atendían a las explicaciones de una guía polaca que hablaba perfecto español, y a la que yo de igual manera escuchaba con atención pero ponía cara de no entender nada (porque al viajar en solitario, uno aprende a ser un poco cínico, también).
Como mexicanos, nuestro interés se centró en una de las hermosas capillas laterales de estilo renacentista que rodean el transepto y deambulatorio, la dedicada a San Juan Pablo II, el polaco que más ha amado México.
Frente a la Catedral, se le erigió una escultura de bronce, que antecede al museo que lleva su nombre, porque siendo aún el cardenal Karol Wojtyla, decidió convertir la antigua diócesis en un lugar donde se exhibieran objetos valiosos del templo.

El Museo Juan Pablo II presenta las piezas más preciosas que se resguardan en la Tesorería de la Catedral: las joyas de la Corona, vestuario, pinturas, esculturas, así como un sin número de objetos memorables del Papa.

A un costado de la Catedral, se encuentra el Palacio Real, que rodea un amplio patio y lo embellece con sus arcos renacentistas de medio punto, aunque la estructura principal preserva características del gótico polaco.

El Palacio Real está dividido en diferentes estancias que se visitan por separado. Destacan los Apartamentos Reales, a cuyas salas solo se puede acceder mediante visitas guiadas en inglés o polaco; así como las Salas de Estado, en las que se conservan valiosas pinturas, muebles italianos del siglo XVI, hermosos tapices, techos de estuco y numerosos elementos originales. De igual manera, a lo largo de numerosas salas se exhiben piedras preciosas pertenecientes al Tesoro de la Corona; así como la Armería, donde se muestran numerosas armas y armaduas y algunos objetos de gran valor, como la espada de coronación de los reyes polacos.

El conjunto del Castillo de Wawel estaba resguardado por dos torres de artillería conocidas como «Torres de Fuego». Una de ellas, la Sandomierz, se erigió para reforzar las defensas de la residencia real de los ataques del extremo sur, su lado más vulnerable.

La torre fue adaptada para dar cabida a las armas de fuego y artillería. En el tercer nivel se añadieron ciertos elementos arquitectónicos para modificar su antigua función como alojamientos y acondicionar una de las cámaras como cuartel o como prisión para personas de alta posición social.

Para llegar a la parte más alta, se requiere escalar 137 escalones y, aunque el ascenso puede ser cansado, la recompensa es la magnífica vista del conjunto del Castillo de Wawel, el río Vístula y sus alrededores, desde la que se puede contemplar la parte moderna de la ciudad. Sin duda, la mejor vista de Cracovia.


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