“Tanto Birkenau como Auschwitz son nombres infames que constituyen una mancha para la historia de la humanidad.”
Los hornos de Hitler
Olga Lengyel (Sobreviviente de Auschwitz)
Un extraño silencio invade los rincones del antiguo campo de concentración y exterminio de Auschwitz. Entre los ladrillos quedaron guardados el llanto y las plegarias de sus últimos habitantes, y las edificaciones que aún se mantienen en pie son mudos testigos del horrible secreto de lo que aquí sucedió.
“No había que avergonzarse de las lágrimas, pues ellas testimoniaban la valentía del hombre, el valor de encararse con el sufrir.”
El hombre en busca de sentido
Dr. Viktor Frankl (Sobreviviente de Auschwitz)

A nosotros, los que llegamos de visita desde la ciudad de Cracovia, nos recibe la leyenda Arbeit Macht Frei cuyo significado literal es “El trabajo libera”, que se cierne sobre la entrada de éste y otros campos de concentración nazis, no tanto como bienvenida sino como sentencia, sobre los que llegaban también en aquel entonces. Este letrero, en Auschwitz, posee la peculiaridad de que la letra B se encuentra colocada de manera invertida, y no se trata de un error o coincidencia, sino de la osada protesta de uno de los prisioneros que tuvo que llevar a cabo éste y otros trabajos para las SS.
“…vimos una gran puerta, y encima un letrero muy iluminado (cuyo recuerdo todavía me asedia en sueños).”
Si esto es un hombre
Primo Levi (Sobreviviente de Auschwitz)

Nosotros no precisamos pasar por el difícil proceso de selección, en el que los recién llegados eran despojados de lo que quedaba de sus pertenencias, equipaje, ropa, zapatos y hasta cabello, todo junto con la dignidad humana. No se nos indica que debemos formarnos en la fila de la izquierda o de la derecha, no vestimos uniforme a rayas ni somos marcados con el número de 6 cifras que ha de acompañarnos hasta el final, cuando dejará de pertenecer a nosotros, y pasará a formar parte del brazo de alguien más.
“Me llamo 174517; nos han bautizado, llevaremos mientras vivamos esta lacra tatuada en el brazo izquierdo.”
Si esto es un hombre
Primo Levi
“Apaciguados por aquellos indicios astutamente preparados, no opusimos resistencia a que se nos despojase de nuestras pertenencias, y marchamos dócilmente hacia los mataderos.”
Los hornos de Hitler
Olga Lengyel


Aún conservamos nuestro nombre, pero también permanecemos en silencio, mientras somos guiados, como aquellos prisioneros, a las barracas que serían su “hogar” durante los próximos meses, semanas o, incluso, días. A la fecha, estos edificios de ladrillo rojo forman parte del Museo Memorial de Auschwitz, y resguardan el legado de horror que ha sobrevivido el paso del tiempo, con la finalidad de que las generaciones que han de venir nunca olviden la naturaleza destructiva que puede albergar el ser humano, y las atrocidades que éste es capaz de cometer en perjuicio de sus semejantes.

Al interior de las barracas había tres filas de maderas toscas que formaban unos “camastros” que medían tres metros por uno y medio, donde se hacinaban hasta a 20 personas, que compartían una sola manta sucia y maloliente. En total, cada barraca albergaba a 1,500 personas en promedio.

De entre las barracas se distinguía una, a la que llamaban “Canadá”, porque era un lugar de abundancia, en el que se almacenaban la ropa y demás pertenencias que les eran quitadas a los deportados cuando llegaban a Auschwitz. Los equipajes contenían de todo y había un equipo integrado por cerca de mil doscientos hombres y dos mil mujeres, destinado únicamente a hallar tesoros ocultos.


Muchos de estos objetos se exhiben aún en el Museo, donde abundan zapatos, maletas, juguetes y una escalofriante pila de cabello humano.
“No tenemos nada nuestro: nos han quitado las ropas, los zapatos, hasta los cabellos.”
Si esto es un hombre
Primo Levi
Caminamos entre las alambradas de púas que alguna vez estuvieron electrificadas con alta tensión y que resguardaban el campo ante los frecuentes intentos de fuga. Otros prisioneros, ante la desesperación, se lanzaban contra ellas con la finalidad de terminar con su agonía.
“La amenaza de muerte que […] se cernía sobre nosotros, la proximidad de la muerte de otros, conseguían que a casi todos, aunque fuera por un momento, le rondara en la cabeza la idea del suicidio.”
El hombre en busca de sentido
Dr. Viktor Frankl


A este sistema de seguridad se sumaban las torres de vigilancia, colocadas a cada corta distancia alrededor del lager (campo), con reflectores que iluminaban continuamente cada rincón.

La vida dentro del campo era una lucha diaria, sin la alimentación ni las condiciones de higiene adecuadas, trabajos forzados y la conducta errática de los oficiales de las SS, frente a quienes nadie nunca se encontraba a salvo. Cada día se llevaban a cabo dos pases de lista, uno al amanecer y otro por la tarde, en los que se contabilizaban a los prisioneros y se hacían periódicas selecciones al azar para enviar nuevas víctimas a los crematorios. Algunas veces, la formación duraba muchas horas, durante las que estaba prohibido sentarse, moverse o hablar sin la autorización de un guardia, independientemente de las condiciones climáticas que en ciertas temporadas, en Polonia, pueden llegar a ser muy adversas. Para estos efectos, había una pequeña caseta a mitad de la plaza en la que el oficial encargado de la contabilización y los reportes, se resguardaba de las inclemencias del tiempo, mientras los prisioneros permanecían a la intemperie.

Aquellos prisioneros de Auschwitz o de otros campos que no pasaban las selecciones, los más débiles y los que de alguna u otra manera ya no eran considerados útiles al Reich, eran directamente enviados a las cámaras de gas. Este procedimiento era parte de la “solución final” ideado por el régimen nazi, en el que se empleó gas Zyklon B, un pesticida a base de cianuro, que se rociaba en forma de cápsulas a través de una abertura en el techo, una vez que las víctimas eran encerradas.

Los cadáveres eran enviados a los crematorios, donde se desaparecía la evidencia de los crímenes de lesa humanidad que se cometían desmesurada y constantemente en Auschwitz.

Pero por dura que fuera la vida ahí, era aún mucho mejor todavía que en Birkenau, separado del primer campo por unos 3 kilómetros de vías ferroviarias. El objetivo principal de este campo era el exterminio de prisioneros a gran escala; para este propósito se equipó el campo con 4 crematorios con cámara de gas, que podía recibir hasta 2,500 prisioneros por turno.
“Los prisioneros de Birkenau […] no hacían más que esperar sencillamente su turno para perecer en las cámaras de gas y ser consumidos luego en los crematorios.”
Los hornos de Hitler
Olga Lengyel
Los crematorios de Birkenau fueron destruidos. Uno, por parte de un levantamiento a manos de los Sonderkommandos, prisioneros seleccionados para el trabajo en las cámaras de gas y los hornos, quienes extrajeron explosivos de una fábrica de armas y los utilizaron para destruirlo parcialmente y tratar de escapar en la confusión. El resto, fueron destruidas por las SS en un intento por esconder las actividades del campo a las tropas soviéticas que se acercaban.

Birkenau, al igual que el complejo entero, estaba rodeado de alambre de púas y cercas electrificadas, así como de casetas de vigilancia que rodeaban la infinidad de barracas de madera a modo de establos que albergaban a los casi 100 mil prisioneros, que llegaban en tren, luego de un viaje terrible en vagones de carga que duraba varios días, en los que no se les daba comida ni agua. Luego de un tiempo, se extendió la vía para que el tren entrara directamente al campo, constituyendo una de las características más reconocibles del complejo de Auschwitz-Birkenau.

Hay, en el lugar, un vagón original, donado al Museo Memorial por un coleccionista descendiente de una de las víctimas del Holocausto, que quiso preservarlo para dar testimonio de estos hechos.


El campo de concentración y exterminio de Auschwitz-Birkenau está inscrito a la lista del Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO desde 1979, como uno de los lugares de mayor simbolismo del Holocausto judío, aunque es bien sabido que otros grupos étnicos, religiosos y sociales también fueron perseguidos por el régimen y perecieron aquí. Otras atrocidades se cometieron en este lugar, la gran mayoría documentadas por parte de quienes sobrevivieron, los que fueron al infierno nazi y regresaron a este mundo, en el que nosotros tenemos la responsabilidad de velar por que estos actos abominables no se repitan jamás.
“Entonces por primera vez nos damos cuenta de que nuestra lengua no tiene palabras para expresar esta ofensa, la destrucción de un hombre.”
Si esto es un hombre
Primo Levi
Lindas citas pones a lo largo del artículo, gracias por compartir
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Muchas gracias por tu comentario y por leer el post, me alegra que te haya gustado. Un abrazo, viajero.
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Me ha encantado tu post! Me has dado ganas de acercarme en un próximo viaje.
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Muchas gracias por tu comentario, me alegro que te haya gustado mi post y espero que logres visitarlo pronto. Un abrazo.
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Siempre me han impresionado las fotos de este lugar. He estado cerca de ahí pero no me he atrevido a entrar. Me deprime 😦 Admiro a la gente como tu que se atreve a ver de frente esta historia de horror tan real. Felices viajes a ti!
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Muchas gracias por tomarte el tiempo de leer, aún cuando te produce sentimientos encontrados. Es muy escalofriante, pero ojalá algún día puedas armarte de valor para que puedas ser testigo de ese hecho lamentable y nuestra historia, y hacer lo posible para que nunca se repita. Besos.
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Muy interesante, me gusta mucho como lo descibes 🙂
y uff tiene que ser muy duro ver esto después de todo o que paso!
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Muchas gracias por dedicar tiempo a leerme. Me halaga que sea de tu agrado. Definitivamente, es una experiencia dura, pero a la vez me gustó mucho estar ahí. Un abrazo.
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