Salzburgo es el hermoso escenario de un cuento de hadas llamado Austria. La panorámica está conformada por cúpulas y capiteles, y las montañas de esmeralda que los rodean. Tal vez por esa belleza sin igual, por la armonía entre el paisaje y su riqueza arquitectónica y cultural, la ciudad es conocida como “el escenario del mundo”.
Desde las cercanías del río Salzach, que atraviesa el altstadt o casco antiguo, es posible contemplar el ícono más visible de Salzburgo, una poderosa fortaleza de 900 años de antigüedad asentada en lo alto de un acantilado.
La Festung Hohensalzburg, es la más grande y mejor conservada de su tipo en Europa. El ascenso se hace a través de un empinado camino de 15 minutos de duración, o bien, a bordo del Festungsbahn o funicular.
Lo más destacado dentro de la fortaleza es el Salón Dorado, con un techo de oro tachonado imitando un cielo nocturno estrellado. También se exhiben instrumentos medievales, armaduras y algunos aterradores aparatos de tortura.
Aunque, por supuesto, la escalada ofrece sus recompensas, y nada se compara con la magnífica vista que se obtiene desde el punto más alto de la ciudad, de donde es posible admirar Salzburgo desde todos sus ángulos.
El altstadt de Salzburgo fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1996, porque ha logrado preservar un tejido urbano de excepcional riqueza, que se fue estructurando desde la Edad Media hasta el siglo XIX. El arte gótico flamígero de sus edificios atrajo a numerosos artistas, que imprimieron al centro de la ciudad su sello barroco.
Su corazón es el Dom o Catedral, cuya fachada ricamente decorada está enmarcada por dos torres y rematada por un frontón curvo.
El color blanco de su bello interior barroco es el marco perfecto para los murales en la bóveda de cañón que se cierne sobre la nave de 142 metros de largo.
La hermosa cúpula octagonal alcanza los 33 metros de altura y está decorada con murales que hacen alusión a pasajes del Antiguo Testamento, así como una representación del Espíritu Santo.
Casi frente a la Catedral está la Residenz, la joya de la corona de la ciudad. Se trata de la residencia de los príncipes arzobispos de la corte de Salzburgo que después se convirtió en parte del Imperio de los Habsburgo.
El recorrido por el Palacio Real permite admirar las exuberantes salas de Estado ricamente adornadas con tapices, estuco y frescos. En ninguna parte, la pompa y circunstancia de Salzburgo, es más tangible que en este lugar.
Otro ejemplar es el Schloss Mirabell, un espléndido palacio construido como residencia para la amante del Príncipe Arzobispo Wolf Dietrich Raitenau. Ella le retribuyó esta muestra de amor con al menos 15 hijos. Cuando fue depuesto y arrestado, ella y su familia fueron expulsados y el edificio recibió su actual nombre del italiano mirabile que quiere decir “maravilla”. Fue reconstruido en un fastuoso estilo barroco; la apariencia neoclásica actual data sobre 1818, cuando el palacio fue restaurado después de un incendio.
Sus coloridos jardines complementan la belleza del conjunto. Frondosos rosales y senderos arbolados rodean maravillosas fuentes que danzan frente a propios y extraños, que acuden en masas a reconocer algunos escenarios de la clásica película “La novicia rebelde” en Latinoamérica, o “Sonrisas y lágrimas”, en España.
De vuelta en el altstadt, encontramos la calle de Getreidegasse, una zona comercial llena de tiendas con llamativos letreros de hierro forjado. Este sistema tiene su origen en la Edad Media, cuando muchas personas eran analfabetas y necesitaban orientarse por un lenguaje más visual.
Pero Salzburgo es, antes que nada, el lugar de nacimiento del célebre compositor Wolfgang Amadeus Mozart, maestro del Clasicismo, considerado uno de los músicos más influyentes y destacados de la historia.
El genio nació en 1756 y pasó los primeros 17 años de su vida en una casa marcada con el número 9, de color amarillo brillante, en la calle de Getreidegasse, conocida como Mozarts Geburtshaus. Hoy en día, es un museo que alberga una colección de instrumentos, documentos personales y retratos familiares. Se destacan el mini-violín que tocó cuando era niño, además de un mechón de su cabello y los botones de su chaqueta.
Con el tiempo, cansados de las condiciones de estrechez en Getreidegasse, la familia Mozart se mudó a una morada más espaciosa en 1773; donde el prolífico Mozart compuso algunas de sus obras más destacadas. Junto con retratos familiares y documentos, se exhibe el pianoforte original del joven Wolfgang.
El hijo prodigio de Salzburgo forma parte muy importante de la historia, cultura y tradición local. Su nombre y figura están presentes prácticamente en cada rincón de la ciudad. Su efigie se alza al centro de la Mozartplatz, rodeada de flores y visitantes que nunca faltan en este lugar.
Alrededor de la plaza, en los letreros de tiendas, comercios y todo tipo de establecimientos se lee “Mozart”, y se exhiben figuras de cartón a escala natural con la silueta del compositor.
La Mozartmanía se ha extendido a los aparadores, donde se comercializa todo tipo de productos, desde comestibles hasta souvenirs.
Comúnmente, al caer la tarde, los edificios religiosos se convierten en la sede para conciertos de coros, orquestas y otras manifestaciones artísticas, no precisamente de tipo sacro; pero los interiores de los templos son hermosos escenarios, perfectos para cualquier actividad cultural.
Por la noche, las calles del altstadt se iluminan para enfatizar la belleza de su arquitectura, y un Salzburgo diferente parece resurgir de entre los colores del cielo en el ocaso estival.
Sin palabras!!! Lloro solo de ver la foto! Deseando ir!!
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Me da mucho gusto que te hayas sentido animada a ir, es el objetivo principal por el que me gusta escribir. Espero que vayas pronto, un abrazo.
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Fascinante!!!!! 🙂
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Me alegra que te haya gustado. Saludos 🙂
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